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Las minas de carbón abandonadas pronto podrían calentar hogares en Escocia

Abandoned coal mine near Lochore Meadows, Scotland (source: flickr/ Ross Murray, creative commons)
Francisco Rojas 10 May 2016

Las viejas minas de carbón abandonadas de Escocia pronto podrían ser una fuente barata y limpia de calefacción para las comunidades locales utilizando calor geotérmico.

Es bastante habitual que en las profundidades de las minas de carbón haya altas temperaturas y nos es a todos familiar ver la estampa de viejas fotos mostrando mineros empapados en sudor mientras trabajan bajo tierra por los que la utilización de este calor no es un tópico revolucionario. Estudios relativos al aprovechamiento de este calor se han llevado a cabo en múltiples minas de Canadá, Alemania y también en Escocia.

A día de hoy, más de la mitad de toda la demanda de energía de Escocia de usa para fines de calefacción, generando cerca de la mitad de las emisiones totales de carbono de la región, según un reciente artículo en The Scotsman.

El coste total de calefacción para los escoceses es de unos 2,6 mil millones de libras esterlinas o alrededor de 3,8 mil millones de USD. Con el aumento de los costos de energía, aproximadamente 845.000 hogares “sufren escasez de combustible.”

Ahora y gracias a un esfuerzo conjunto de concejales y científicos, se está examinando la mejor forma de desarrollar un nuevo proyecto de calefacción que podría aprovechar el calor de las profundidades de las minas de carbón abandonadas y usarlo para un proyecto de calefacción urbana de 700 hogares. Esto no sólo proporcionaría calefacción para una de las zonas más desfavorecidas de Escocia, sino también para daría calor de forma más barata y más limpia.

Hoy en día, ya hay dos sistemas que utilizan aguas de viejas minas para calentar hogares como el de Shettleston en el este de Glasgow y Lumphinnans en Fife. Ambos proyectos son de pequeña escala y suministran a menos de 20 hogares operando desde el año 2000.

Para leer el artículo completo siga el enlace inferior.

Fuente: The Scotsman